jueves, 20 de julio de 2017

Resumen Psicología del niño - capítulo 3 J. Piaget


 LA FUNCION SEMIOTICA O SIMBOLICA

Al término del período senso-motor, hacia un año y medio o dos años, aparece una función que consiste en poder representar por medio de un "significante": lenguaje, imagen mental, gesto simbólico, etc. Se denomina, en general, "simbólica" esa función generadora de la representación; es mejor emplear la expresión de "función semiótica" para designar los funcionamientos referentes al conjunto de los significantes diferenciados.

I-LA FUNCION SEMIOTICA Y LA IMITACION

Cuando se constituye, hacia los nueve o doce meses, el esquema del objeto permanente, existe, ciertamente, la búsqueda del objeto desaparecido, pero acaba de ser percibido, y corresponde, pues, a una acción ya en curso, y un conjunto de indicios actuales permite encontrarlo.
Un significante indiferenciado no es aún, en efecto, ni un "símbolo" ni un "signo" (en el sentido de los signos verbales); es, por definición, un "indicio" (comprendidas las "señales" que intervienen en el condicionamiento, como el sonido de la campana que anuncia la alimentación). Un indicio está efectivamente indiferenciado de su significado, en el sentido de que constituye un aspecto (la blancura para la leche), una parte (el sector visible para un objeto semioculto), un antecedente temporal (la puerta que se abre para la llegada de la madre), un resultado causal (una mancha), etc.

1. Aparición de la función semiótica.
En el curso del segundo año aparece, por el contrario, un conjunto de conductas que implica la evocación representativa de un objeto o de un acontecimiento ausentes y que supone, en consecuencia, la construcción o el empleo de significantes diferenciados. Pueden distinguirse, cinco de esas conductas, de aparición casi simultánea:
1)      La imitación diferida, la que se inicia en ausencia del modelo. En una conducta de imitación senso-motora, la niña, comienza por imitar en presencia del modelo (p. ej., un un, movimiento de la mano), después de lo cual puede continuar en ausencia de ese modelo, sin que ello implique ninguna representación en pensamiento. Constituye un comienzo de representación, y el gesto imitador, un inicio de significante diferenciado.
2)      El juego simbólico o juego de ficción, desconocido en el nivel senso-motor. La misma niña ha inventado su primer juego simbólico, desliza una concha en una caja, diciendo " ¡ miau ! " (acaba de ver un gato sobre un muro). En todos esos casos la representación es neta y el significante diferenciado es, de nuevo, un gesto imitador, pero acompañado de objetos que se han hecho simbólicos.
3)       El dibujo o imagen gráfica es, en sus comienzos, un intermediario entre el juego y la imagen mental, aunque no aparece apenas antes de los dos o de los dos años y medio.
4)       Viene luego, la imagen mental, de la que no se encuentra en el nivel senso-motor y que aparece como una imitación interiorizada.
5)      Por último, el lenguaje naciente permite la evocación verbal de acontecimientos no actuales. Cuando la mencionada niña dice "miau", sin ver ya al gato, existe representación verbal, además de imitación.

2. Papel de la imitación.-
Siendo tales las primeras manifestaciones de la función semiótica. La imitación, pues, constituye a la vez la prefiguración senso-motora de la representación y, en consecuencia, el término de paso entre el nivel senso-motor y el de las conductas propiamente representativas. La imitación es de inmediato una prefiguración de la representación, es decir, que constituye, en el curso del periodo senso-motor, una especie de representación en actos materiales, todavía no en pensamiento.
Con el juego simbólico y el dibujo, ese paso de la representación en acto a la representación-pensamiento se ve reforzado el "simular dormir" del ejemplo recién citado no es tampoco, aún, sino un acto desligado de su contexto, pero es también un símbolo generalizable.
3. En suma, la función semiótica engendra así dos clases de instrumentos: los símbolos, que son "motivados", es decir, que presentan, aunque significantes diferenciados, alguna semejanza con sus significados; y los signos, que son arbitrarios o convencionales. Los símbolos, como motivados, pueden ser construidos por el individuo solo, y los primeros símbolos del juego del niño son buenos ejemplos de esas creaciones individuales, que no excluyen, naturalmente, los simbolismos colectivos ulteriores: la imitación diferida, el juego simbólico y la imagen gráfica o mental dependen entonces directamente de la imitación, no como transmisión de modelos exteriores dados, sino como paso de la pre-representación en acto a la representación interior o pensamiento. El signo, por el contrario, como convencional, ha de ser necesariamente colectivo: el niño lo recibe por el canal de la imitación, pero ésta vez como adquisición de modelos exteriores.

II-EL JUEGO SIMBOLICO
El juego simbólico señala, indudablemente, el apogeo del juego infantil. Resulta, indispensable a su equilibrio afectivo e intelectual que pueda disponer de un sector de actividad cuya motivación no sea la adaptación a lo real, sino, por el contrario, la asimilación de lo real al yo, sin coacciones ni sanciones: tal es el juego, que transforma lo real, por asimilación más o menos pura, a las necesidades del yo, mientras que la imitación (cuando constituye un fin en sí) es acomodación más o menos pura a los modelos exteriores, y la inteligencia es equilibrio entre la asimilación y la acomodación.
Además, el instrumento esencial de adaptación es el lenguaje, que no es inventado por el niño, sino que le es transmitido en formas ya hechas, obligadas y de naturaleza colectiva. Es indispensable para el niño que pueda disponer igualmente de un medio propio de expresión, o sea, de un sistema de significantes construidos por él y adaptables a sus deseos: tal es el sistema de los símbolos propios del juego simbólico, tal es el juego simbólico, que no es sólo asimilación de lo real al yo, como el juego en general, sino asimilación asegurada (lo que la refuerza) por un lenguaje simbólico construido por el yo y modificable a la medida de las necesidades.
 Una niñita que había hecho diversas preguntas acerca del mecanismo de las campanas, observado en un viejo campanario de aldea, en las vacaciones, se puso en pie e inmóvil al lado de la mesa de su padre, haciendo un ruido ensordecedor: "Me estás estorbando; ya ves que trabajo" - "No me hables -repuso la pequeña-, soy una iglesia". Se ve en el ejemplo que el simbolismo lúdico puede llegar a cumplir la función de lo que sería para un adulto el lenguaje interior; pero, en lugar de repensar simplemente en un acontecimiento interesante o impresionante, el niño tiene necesidad de un simbolismo más directo, que le permita volver a vivir ese acontecimiento.
En el juego simbólico, esa asimilación sistemática se traduce en una utilización particular de la función semiótica, consistente en construir símbolos a voluntad para expresar todo lo que, en la experiencia vivida, no podía ser formulado y asimilado sólo por los medios del lenguaje.
El juego simbólico se refiere frecuentemente también a conflictos inconscientes: intereses sexuales, defensa contra la angustia, fobias, agresividad o identificación con agresores, repliegues por temor al riesgo o a la competición, etc. El simbolismo del juego se une en esos casos al del sueño, hasta el punto de que los métodos específicos de psicoanálisis infantil utilizan frecuentemente materiales de juego (Melanie KLEIN, Anna FREUD, etc.). Sólo el freudismo ha interpretado, hace tiempo, el simbolismo del sueño, como una especie de disfraz debido a mecanismos de retroceso y de censura.

III.- EL DIBUJO
El dibujo es una forma de la función semiótica que se inscribe a mitad de camino entre el juego simbólico, del cual presenta el mismo placer funcional y el mismo autotelismo, y la imagen mental con la que comparte el esfuerzo de imitación de lo real. En realidad, constituye tanto una preparación como un resultado de ésta; y entre la imagen gráfica y la imagen interior (el "modelo interior" de LUQUET) existen innumerables interacciones, ya que las dos se derivan directamente de la imitación.
En sus célebres estudios sobre el dibujo infantil, LUQUET ha propuesto estadios e interpretaciones aún válidas hoy día. LUQUET parece haber zanjado definitivamente el debate, demostrando que el dibujo del niño, hasta los ocho o los nueve años, es esencialmente realista de intención, pero que el sujeto comienza por dibujar lo que sabe de un personaje o de un objeto mucho antes de expresar gráficamente lo que ve en él. El realismo del dibujo pasa, pues, por diferentes fases. LUQUET llama "realismo fortuito" la de los garabatos, con significación que se descubre luego.
Viene después el "realismo frustrado" o fase de incapacidad sintética, en que los elementos de la copia están yuxtapuestos, en lugar de coordinados en un todo: un sombrero muy por encima de la cabeza o los botones al lado del cuerpo. El monigote, que es uno de los modelos más dominante en el principio, pasa por un estadio de gran interés: el de los "monigotesrenacuajos", en que sólo se figura una cabeza provista de apéndices filiformes, que son las piernas, o de brazos y de piernas, pero sin tronco.
Viene luego el período esencial del "realismo intelectual", en que el dibujo ha superado las dificultades primitivas, pero proporciona esencialmente los atributos conceptuales sin preocupaciones de perspectiva visual. Así, un rostro visto de perfil tendrá un segundo ojo, porque un hombre tiene dos ojos; o un jinete tendrá una pierna vista al través del caballo además de la pierna visible.
Por el contrario, hacia los ocho o los nueve años, a ese "realismo intelectual" sucede un "realismo visual" que muestra dos novedades. Por una parte, el dibujo no representa sino lo que es visible desde un punto de vista perspectivo particular: un perfil no proporciona sino lo que se da de perfil; las partes ocultas de los objetos no se figuran detrás de las pantallas (así, sólo se verá la copa de un árbol detrás de una casa, y no el árbol entero) y los objetos del fondo se disminuyen gradualmente (fugitivos) con relación al primer plano. Por otra parte, el dibujo tiene en cuenta la disposición de los objetos según un plan de conjunto (ejes y coordenadas) y sus proporciones métricas. Pero si el "realismo intelectual" del dibujo infantil ignora la perspectiva y las relaciones métricas, tiene en cuenta las relaciones topológicas: aproximaciones, separaciones, envolvimientos, cerramientos, etc. Desde los nueve o los diez años, el sujeto escoge correctamente, entre varios, el dibujo correcto que representa tres montañas o tres edificios contemplados desde tal o cual punto de vista.

IV.-LAS IMAGENES MENTALES
La psicología asociacionista consideraba la imagen como un prolongamiento de la percepción, y como un elemento del pensamiento, porque éste no consistía sino en asociar sensaciones e imágenes. En realidad, las "asociaciones" son siempre asimilaciones. Desde el punto de vista genético, si la imagen prolongara, sin más, la percepción, debería intervenir desde el nacimiento, siendo así que no se observa ninguna manifestación de ello durante el período senso-motor, y parece iniciarse únicamente con la aparición de la función semiótica.
  1. Los problemas de la imagen.-
Parece, así, que las imágenes mentales sean de aparición relativamente tardía y que resultan de una imitación interiorizada. Y ya que su analogía con la percepción no testimonia una filiación directa, esa imitación trata de proporcionar una copia activa de los cuadros perceptivos con eventuales esbozos de referencias sensoriales. En cuanto al problema de las relaciones entre la imagen y el pensamiento, han mostrado la existencia de lo que ellos denominaban un pensamiento sin imagen: puede imaginarse un objeto; pero el juicio que afirma o que niega su existencia no es imaginado en sí mismo. El problema que suscita la imagen en psicología del niño consiste entonces en seguir, en el curso del desarrollo, las relaciones entre el simbolismo imaginado y los mecanismos preoperatorios u operatorios del pensamiento.
  1. Dos tipos de imágenes.-
Es necesario, ante todo, distinguir dos grandes categorías de imágenes mentales: las imágenes reproductoras, que se limitan a evocar espectáculos ya conocidos y percibidos anteriormente, y las imágenes anticipadoras, que imaginan movimientos o transformaciones, así como sus resultados, pero sin haber asistido anteriormente a su realización (como es posible imaginar las transformaciones de una figura geométrica sin haberlas materializado aún en un dibujo). En principio, las imágenes reproductivas pueden, por sí mismas, referirse a configuraciones estáticas, a movimientos (cambios de posición) y a transformaciones (cambio de forma), porque esas tres clases de realidades se ofrecen constantemente en la experiencia perceptiva del sujeto. Si la imagen procediese sólo de la percepción, debería encontrarse en cualquier edad, según las frecuencias correspondientes a las de los modelos corrientes a esas tres subcategorías : estáticas, cinéticas y de transformación.
Las imágenes mentales del niño son casi exclusivamente estáticas, con dificultad sistemática para reproducir movimientos o transformaciones, así como sus resultados en sí, sólo al nivel de las operaciones concretas (después de los sieteocho años), los niños consiguen esas reproducciones de movimientos anticipadoras de categorías correspondientes. Eso parece probar: 1) que la reproducción imaginada de movimientos o de transformaciones, incluso conocidos, supone también una reanticipación; 2) que toda imagen (reproductora o anticipadora) de movimientos o de transformaciones se apoya sobre las operaciones que permiten comprender esos procesos, a la vez que imaginarlos.
  1. Las imágenes-copias.-
Para introducir alguna claridad en esta compleja situación, comencemos por el examen de lo que pueden denominarse imágenes-copias, en las que el modelo queda ante los ojos del sujeto o acaba de ser percibido, sin que haya evocación diferida a días o a semanas de distancia, como en las pruebas relativas a traslaciones o rotaciones de modelos. Una experiencia hecha con B. MATALON, tuvo como resultado que, habituados a juzgar las longitudes de manera ordinal y no métrica, es decir, por el orden de los puntos de llegada y no por el intervalo entre las extremidades (salvo en el caso de los dos índices alzados); lo esencial es que no sea demasiado largas las lineas. Se ve así, de plano, la complejidad de un solo trazo de lápiz, cuya intención de imitar la longitud modelo exige todo un proyecto de ejecución, y un proyecto cuyas leyes están más cerca de la conceptualización que la simple percepción .
  1. Imágenes cinéticas y de transformación.-
Pasemos a las imágenes propiamente mentales: dibujo del niño, elección por éste entre los dibujos dispuestos de antemano, indicaciones gestuales y complementarias verbales (delicadas, pero posibles con ocasión de las tres técnicas precedentes). Y, por extraño que parezca, el dibujo de representación imaginada, no de copia, no se logra, por término medio, sino a los siete años o más. Los muchachos se limitan, en efecto, a dibujar el cuadrado en su posición inicial o al lado del otro cuadrado. En el primero de esos dos casos, la varita es fijada por un clavo en su base, de tal modo que está animada de un movimiento regular en torno a ese centro fijo de oscilación: los niños no tienen en cuenta ese hecho, aunque se les señale claramente, y dibujan trayectorias en ángulo recto (como si la vara se deslizase a lo largo de sus posiciones inicial y filial o a lo largo de sus simétricas en cuadrado) o cortándose según ángulos cualesquiera, etc. dibujan trayectorias en ángulo recto (como si la vara se deslizase a lo largo de sus posiciones inicial y filial o a lo largo de sus simétricas en cuadrado) o cortándose según ángulos cualesquiera, etc.
Se ve que los movimientos del orden más trivial (porque, ¿qué niño no ha dado él mismo volteretas?) sólo dan lugar a imágenes reproductoras cinéticas bastante pobres, antes del nivel de las operaciones concretas (de siete a ocho años) y aun en retraso respecto al inicio de estas últimas.
Vemos así que no es exagerado hablar del carácter estático de las imágenes preoperatorias, ya que las imágenes cinéticas y de transformación sólo son posibles después de los siete u ocho años, y ello gracias a anticipaciones o reanticipaciones que se apoyan, sin duda, ellas mismas, en la comprensión operatoria.

  1. Imágenes y operaciones.-
Puede concluirse que las imágenes mentales sólo constituyen un sistema de símbolos que traducen, más o menos exactamente, pero en general con retraso, el nivel de comprensión preoperatoria y luego operatoria de los sujetos. La imagen no basta, pues, en modo alguno, para engendrar las estructuraciones operatorias: a lo sumo, puede servir, cuando es suficientemente adecuada, para precisar el conocimiento de los estados que la operación ha de enlazar luego por un juego de transfórmaciones reversibles. Pero la imagen en sí misma sigue estática y discontinua, olvidando, la operación, mientras que caracteriza únicamente la representación imaginada. Cuando, después de los siete-ocho años, la imagen se hace anticipadora y, en consecuencia, meior para servir de soporte a las operaciones, ese progreso no resulta de una modificación interna y autónoma de las imágenes, sino de la intervención de aportaciones exteriores debidas a la formación de las operaciones. Estas se derivan, en efecto, de la .acción en sí, y no del simbolismo imaginado, ni tampoco, desde luego, del sistema de signos verbales o del lenguaje, de lo que ahora trataremos.

V.-LA MEMORIA Y LA ESTRUCTURA DE LOS RECUERDOS-IMAGENES
CLAPARÉDE ha comprobado un aumento progresivo, con la edad, hasta las 8 palabras, por término medio, en el adulto. Pero el problema principal del desarrollo de la memoria es el de su organización progresiva. Sabido es que hay dos tipos de memoria: el de reconocimiento, que sólo actúa en presencia del objeto ya encontrado y que consiste en reconocerlo, y la memoria de evocación, que consiste en evocarlo -en su ausencia, por medio de un recuerdo-imagen. La memoria de reconocimiento es muy precoz (existe, inclusive, en los invertebrados inferiores) y está necesariamente ligada a esquemas de acción o de hábito. En el lactante, las raíces se han de buscar en los esquemas de asimilación sensomotora elemental: reconocer el pezón, durante la tetada, si lo ha dejado (y distinguirlo de los tegumentos circundantes), reconocer el objeto seguido con los ojos y que lo ha perdido de vista por un instante, etc. En cuanto a la memoria de evocación, que no aparece antes de la imagen mental, el lenguaje, etc. Se han presentado, p. ej. 10 varitas situadas según sus diferencias, preguntando al niño, una semana después, que las reprodujera mediante el gesto o el dibujo: y se ha trabajado con dos grupos de sujetos, el primero de los cuales miró simplemente las varitas y el segundo las describió verbalmente. Se ha determinado, por último, el nivel operatorio del sujeto en cuanto a la "seriación". El primero de los resultados obtenidos es que los sujetos dan, con una regularidad significativa, un dibujo correspondiente al nivel operatorio (parejas, pequeñas series incoordenadas o de menor a mayor, etc.), y no a la configuración presentada. Dicho de otro modo, parece en ese ejemplo que la memoria haga predominar el esquema correspondiente al nivel del niño: el recuerdo imagen se refiere entonces al esquema y no al modelo perceptivo.
El segundo resultado instructivo de esa experiencia es que los mismos sujetos, vueltos a ver seis meses más tarde, han suministrado, a título de segundo dibujo de memoria (y sin haber vuelto nunca a ver el modelo), una serie que en el 80% de los casos se ha encontrado ligeramente superior a la primera (tríos en lugar de parejas, pequeñas series en lugar de tríos, etc.). En otros términos, los progresos intelectuales del esquema han implicado los del recuerdo, la evocación es una reconstitución que se efectúa de un modo comparable a la que practica el historiador (relatos, inferencias, etc.) Como, por otra parte, la imagen que interviene en el recuerdo parece constituir una imitación interiorizada, lo que implica igualmente un elemento motor, la conservación de recuerdos particulares viene a inscribirse, sin dificultad, en ese posible cuadro de interpretación.

VI.-EL LENGUAJE
En el niño normal, el lenguaje aparece aproximadamente al mismo tiempo que las otras formas del pensamiento semiótico. En el sordomudo, por el contrario, el lenguaje articulado no se adquiere sino mucho después de la imitación diferida, el juego simbólico y la imagen mental, lo que parece indicar su carácter genético derivado, ya que su transmisión social o educativa, sin duda, la constitución previa de ésas formas individuales de semiosis; por el contrario, esa constitución, como lo prueba el caso de la sordomudez, es independiente del lenguaje. Los sordomudos consiguen, por lo demás, en su vida colectiva propia, la elaboración de un leguaje por gestos, de un vivo interés, puesto que es a la vez social y surgido de los significantes de carácter imitativo, que intervienen bajo una forma individual en la imitación diferida, en el juego simbólico y en la imagen relativamente próxima del juego simbólico: con sus propiedades de eficacia adaptativa y no lúdicas, ese lenguaje por gestos constituiría, si fuese general, una forma independiente y original de función semiótica; pero en los individuos normales resulta inútil por la transmisión del sistema colectivo de los signos verbales ligados al lenguaje articulado.
  1. Evolución.-
Este comienza, tras una fase de balbuceo espontáneo (común a los niños de todas las culturas, de los seis a los diez-once meses) y una fase de diferenciación de fonemas por imitación (desde los once a los doce meses), por un estadio situado al término del período senso-motor, y que ha sido descrito, a menudo, como el de las "palabras-frases". Desde el fin del segundo año se señalan frases de dos palabras; luego, pequeñas frases completas sin conjugaciones ni declinaciones, y después una adquisición progresiva de estructuras gramaticales. La sintaxis de los niños de dos a cuatro años ha demostrado que esas reducciones de las frases adultas a modelos originales infantiles obedecían a ciertas exigencias funcionales, tales como la conservación de un mínimo de información necesaria y la tendencia a mejorar ese mínimo.
  1. Lenguaje y pensamiento.-
Si, en efecto, se comparan las conductas verbales con las senso-motoras, se observan grandes diferencias en favor de las primeras, mientras que las segundas se ven obligadas a seguir los acontecimientos sin poder sobrepasar la velocidad de la acción, las primeras, gracias al relato y a las evocaciones de todo género, pueden introducir relaciones con una rapidez muy superior. En segundo lugar, las adaptaciones senso-motoras están limitadas al espacio y al tiempo próximos, pero el lenguaje permite al pensamiento referirse a extensiones espacio-temporales mucho más amplias y liberarse de lo inmediato. En tercer lugar, y como consecuencia de las dos diferencias anteriores, la inteligencia senso-motora procedé por acciones sucesivas y progresivamente, mas el pensamiento consigue, gracias sobre todo al lenguaje, representaciones de conjunto simultáneas. Pero hay que comprender que esos progresos de pensamiento representativo con relación al sistema de los esquemas senso-motores se deben, en realidad, a la función semiótica en su conjunto: es ella la que desliga el pensamiento de la acción y la que crea, pues, en cierto modo, la representación.
  1. Lenguaje y lógica.-
Según Durkheim, en efecto, la lógica de los propios lógicos no es otra cosa que una sintaxis y una semántica generalizadas. Pero existen dos fuentes de información particularmente importantes: la comparación, de los niños normales con los sordomudos, por una parte, que no han disfrutado del lenguaje articulado, pero que están en posesión de esquemas sensomotores intactos; y con los ciegos, por otra, cuya situación es inversa; y la comparación sistemática de los progresos del lenguaje en el niño normal con las etapas de la constitución de las operaciones intelectuales. La lógica de los sordomudos ha sido estudiada. Los resultados fueron que, si se observa algún retraso más o menos sistemático de la lógica en el sordomudo, no puede hablarse de carencia propiamente dicha, porque se hallan los mismos estadios de evolución con un diferimiento de uno a dos años. La seriación y las operaciones espaciales son normales (con un ligero retraso para la primera). El aprendizaje de la aritmética es relativamente fácil. Los problemas de conservación (indicio de la reversibilidad) sólo son resueltos con un año o dos de retraso, aproximadamente, salvo la conservación de los líquidos, que da lugar a dificultades técnicas. Esos resultados adquieren una significación tanto mayor cuanto que en los muchachos ciegos, las mismas pruebas dan lugar a un retraso que se extiende hasta los cuatro años o más. Y, sin embargo, en los ciegos, las seriaciones verbales son normales (A es más pequeño que B, B más pequeño que C, luego...). Pero como la perturbación sensorial propia de los ciegos de nacimiento impide desde el principio la adaptación de los esquemas senso-motores y retrasa su coordinación general, las coordinaciones verbales no bastan para compensar ese retraso; y es necesario todo un aprendizaje de la acción para llegar a la constitución de operaciones comparables a las del normal e incluso del sordomudo.

  1. Lenguaje y operaciones.-
La comparación de los progresos del lenguaje con los de las operaciones intelectuales supone la doble competencia de un lingüista y 'de un psicólogo.
En suma: hay una correlación sorprendente entre el lenguaje empleado y el modo de razonamiento. Una segunda investigación muestra también una conexión estrecha entre los estadios del desarrollo de la seriación y la estructura de los términos utilizados. Pero ¿en qué sentido interpretar esa relación? De una parte, el niño de nivel preoperatorio comprende bien las expresiones de nivel superior cuando se insertan en órdenes o consignas ("Dale a aquél un lápiz mayor", etc.); pero no las utiliza espontáneamente.
En otras palabras: las raíces de la lógica hay que buscarlas en la coordinación general de las acciones (comprendidas las conductas verbales) a partir de ese nivel sensomotor cuyos esquemas parecen ser de importancia fundamental desde los inicios; y ese esquematismo continúa luego desarrollándose y estructurando el pensamiento, incluso verbal, en función del progreso de las acciones, hasta la constitución de las operaciones lógico-matemáticas, finalización auténtica de la lógica de las coordinaciones de acciones.
5. Conclusión.-

Pese a la sorprendente diversidad de sus manifestaciones, la función semiótica presenta una unidad notable. Se trate de imitaciones diferidas, de juego simbólico, de dibujo, de imágenes mentales y de recuerdos-imágenes o de lenguaje, consiste siempre en permitir la evocación representativa de objetos o de acontecimientos no percibidos actualmente. Pero, de modo recíproco, si hace así posible el pensamiento, proporcionándole un campo de aplicación ilimitado por oposición a las fronteras restringidas de la acción senso-motora y de la percepción, sólo progresa bajo la dirección y merced a las aportaciones de ese pensamiento o inteligencia representativos. Ni la imitación, ni el juego, ni el dibujo, ni la imagen, ni el lenguaje, ni siquiera la memoria (a la que se hubiera podido atribuir una capacidad de "registro" espontáneo comparable al de la percepción) no. se desarrollan ni se organizan sin la ayuda constante de la estructuración propia de la inteligencia. 

Resumen Jean Piaget - Seis Estudios de Psicología

Piaget hizo varias clasificaciones distintas de los periodos y estadios del desarrollo de la inteligencia. Una de esas clasificaciones figura en el presente texto, y es la siguiente:

1) Primeros reflejos (0-1 mes)
2) Primeros hábitos motores (1-8 meses)
3) Inteligencia senso-motora o práctica (8-24 meses)
4) Inteligencia intuitiva (2-7 años)
5) Operaciones intelectuales concretas (7-11 años)
6) Operaciones intelectuales abstractas (11-15 años)

CAPITULO 1: EL DESARROLLO MENTAL DEL NIÑO

Tanto el desarrollo físico como el desarrollo psíquico consisten esencialmente en un proceso que pasa de un equilibrio inferior a otro más superior. El desarrollo psíquico implica entonces una marcha hacia el equilibrio, lo cual se cumple en las tres áreas del desarrollo psíquico: la inteligencia, la afectividad y la socialización.
Sin embargo, hay una diferencia entre el desarrollo físico y el desarrollo psíquico de las funciones superiores: el primero alcanza un equilibrio estático a partir del cual luego se produce una involución; en el desarrollo psíquico en cambio se alcanza un equilibrio dinámico: todo equilibrio lleva a un nuevo desequilibrio que se resolverá en un equilibrio superior, con lo cual no hay teóricamente un proceso de involución.
Al estudiar este proceso de equilibración, debemos tener en cuenta dos cosas importantes: estructuras y funciones. Así, es preciso oponer desde el principio las estructuras variables, las que definen las formas o estados sucesivos de equilibrio, y un determinado funcionamiento constante que asegura el paso de cualquier estado al nivel siguiente. Así, las estructuras son variables, y las funciones constantes.
Así por ejemplo a todos los niveles siempre el hombre trata de buscar explicaciones (funciones constantes, invariables, llamadas invariantes), pero lo que distingue un nivel de otro es el tipo de explicación desarrollada (construidas a partir de estructuras variables).
Las estructuras variables son formas de organización mental referidas a lo intelectual y a lo afectivo, así como a lo individual y a lo social. Los seis periodos antes indicados corresponden a seis estructuras diferentes que van construyéndose una sobre la base de la anterior, alcanzando siempre niveles de equilibrio cada vez más superiores y estables.
En todos esos periodos hay características comunes, invariables, que son las invariantes. Por ejemplo siempre toda acción o conducta responde a una necesidad (el hambre hace que busquemos alimento). Toda necesidad tiende siempre hacia dos objetivos: 1) ajustar el mundo a las estructuras propias ya construidas (asimilación), y 2) reajustar estas estructuras en función de los cambios externos (acomodación). Llamaremos adaptación al equilibrio entre ambos procesos de asimilación y acomodación. Así, el desarrollo psíquico va adaptándose cada vez mejor a la realidad. Veamos qué sucede en cada periodo.

I. El recién nacido y el lactante

El periodo que va del nacimiento a los dos años (adquisición del lenguaje) es una conquista, a través de percepciones y movimientos, de todo el universo práctico que rodea al niño pequeño. Al principio el niño se centra en sí mísmo y su acción, pero al final de este periodo ya puede situarse como un objeto más dentro del universo que fue construyendo. Esta "revolución copernicana" ocurre en la esfera intelectual y en la afectiva. Desde el primer punto de vista, el desarrollo de la inteligencia en este primer periodo comprende tres estadios:

1. Reflejos (0-1 mes)
2. Organización de percepciones y hábitos (1-8 meses)
3. Inteligencia sensorio-motriz propiamente dicha (8-24 meses)

1. Reflejos (0-1 mes).- El bebé nace con reflejos, o coordinaciones senso-motrices hereditarias que corresponden a tendencias instintivas, como por ejemplo alimentarse (reflejo de succión). Tales reflejos no son pasivos: el bebé los va perfeccionando activamente (por ejemplo, al cabo de un tiempo succiona mejor).

2. Organización de percepción y hábitos (1-8 meses).- Poco a poco los reflejos van transformándose en hábitos: dejan de ser automáticos y se tornan flexibles. Así, un niño puede chupar objetos diversos, y no sólo el pecho materno. Esto lo logra por ejercitación y por asimilación. El niño empieza también a poder reproducir una conducta que realizó fortuitamente, una y otra vez (reacciones circulares).

3. Inteligencia sensorio-motriz propiamente dicha (8-24 meses).- Aparece aquí, mucho antes del lenguaje verbal, la llamada inteligencia práctica, es decir, aquella que se aplica a la manipulación de objetos mediante percepciones y movimientos, no mediante palabras o conceptos. Por ejemplo, atraer un objeto lejano con un palo es un acto de inteligencia práctica, ya que está utilizando un medio para obtener un fin.
Dos factores intervienen en la construcción de estos actos de inteligencia: a) las conductas anteriores se multiplican y diferencian cada vez más, adquiriendo flexibilidad para registrar los resultados de la experiencia. b) Los esquemas de acción se coordinan entre sí por asimilación recíproca: el niño busca comprender los objetos usándolos y manipulándolos con una determinada finalidad por ejemplo, investigando para qué sirven.
Hacia el final de este periodo, el niño ya discrimina netamente el mundo interno del externo, empieza a des-centrarse, a considerar la existencia de objetos independientes en el mundo, donde él es también un objeto más. En estos dos primeros años, el niño empieza la construcción de cuatro categorías fundamentales: espacio, objeto, tiempo y causalidad. Estas todavía no son nociones del pensamiento sino categorías prácticas, ligadas a la pura acción sensomotora.
Objeto: A medida que pasa del egocentrismo a la elaboración de un mundo exterior, el niño va construyendo la noción de un objeto sustancial, fijo, permanente, que considera existente aún cuando no pueda verlo. Al comienzo, los objetos no tienen permanencia: si deja de verlos considera que desaparecieron mágicamente.
Espacio: Al comienzo hay muchos espacios distintos (bucal, táctil, etc), pero luego empieza a concebir un espacio único donde están todos los objetos.
Causalidad: Al comienzo hay una causalidad mágico-fenomenista, o creencia de que su propia acción puede producir diversos efectos en el mundo. Hacia el segundo año, en cambio, ya empieza a comprender que los objetos se influyen entre sí más allá de su propia acción. La evolución del tiempo está unida al desarrollo de la causalidad, así como la del espacio al desarrollo del objeto.
En cuanto a la afectividad, sigue un desarrollo paralelo al cognoscitivo. Al principio encontramos reflejos afectivos, como las emociones primarias de miedo, etc. A los hábitos corresponden los afectos de lo agradable o lo desagradable, surgidos de la acción, así como sentimientos de éxito o fracaso (alegría o tristeza, respectivamente). El niño comienza a interesarse más por su cuerpo (narcisismo, según el psicoanálisis), y luego por los objetos (el psicoanálisis diría aquí que se inicia la elección de objetos). La alegría y la tristeza empieza a ser experimentada hacia las personas (sentimientos interindividuales).

II. La primera infancia de los dos a los siete años

La aparición del lenguaje introduce profundas modificaciones en las conductas: estas ya no son solamente reales o materiales y pueden ser interiorizadas, lo cual trae tres consecuencias importantes: a) Un posible intercambio entre individuos (socialización de la acción), b) una interiorización de la palabra, o sea la aparición del pensamiento propíamente dicho (génesis del pensamiento), y c) una interiorización de la acción como tal, que hace que las experiencias reales pasen a ser "mentales" (intuición). Por otro lado, desde el punto de vista afectivo asistimos al desarrollo de sentimientos interindividuales (simpatías, antipatías, respeto, etc) y de una afectividad interior más estable. Examinemos brevemente las tres consecuencias en lo intelectual, y la consecuencia en lo afectivo.

A. La socialización de la acción.- El lenguaje permite aquí ya la comunicación entre individuos en forma continua. Aparece la imitación diferida, que permite reproducir sonidos en ausencia del modelo, y cuando esos sonidos se asocian con acciones, allí empieza la adquisición del lenguaje.
Las funciones del lenguaje pueden verse en tres grandes categorías de hechos: a) al comprender lo que dicen sus padres, el niño descubre los pensamientos y voluntades de los mayores, lo cual se abre una amplio universo antes desconocido; b) Al poder representar con el lenguaje las acciones propias presentes y pasadas, transforma la acción en pensamientos. Puede hablar a los demás y jugar con ellos; c) También puede hablarse a sí mismo constantemente mediante monólogos que acompañan sus juegos y su acción.
Todo ello revela que las primeras conductas sociales no son aún socializaciones verdaderas, porque aún no pueden salir de su propio punto de vista para coordinarse con los ajenos, manteniéndose centrado en sí mismo.

B. La génesis del pensamiento.- La inteligencia práctica se va transformando en pensamiento propiamente dicho, bajo la doble influencia del lenguaje y la socialización. Mediante el lenguaje, el niño puede evocar acciones pasadas, anticipar actos futuros, y hasta reemplazar la acción por su descripción verbal. Tal el comienzo del pensamiento propiamente dicho. Y mediante la socialización, puede compartir colectivamente conceptos y palabras con los demás.
Entre los dos y siete años, el pensamiento evolucionará desde un extremo inicial a otro final. 1) Al comienzo está el pensamiento como mera incorporación o asimilación, cuyo egocentrismo excluye toda objetividad. Esto se ve por ejemplo en el juego simbólico, que satisface las fantasías propias del niño; 2) Al final, el pensamiento ya se adapta a los demás y a la realidad, preparando así el pensamiento lógico que vendrá a partir de los siete años. Aquel pensamiento adaptado a los demás es el pensamiento intuitivo.
En este periodo hay dos características importantes en el pensamiento infantil: el finalismo y el animismo. El finalismo se advierte en que el niño a esta edad empieza a preguntar los porqué de las cosas, y con ello buscan indagar tanto el fin o propósito de un hecho como su causa. El porqué se propone averiguar una razón de ser de las cosas a la vez finalista y causal. Por el otro lado, el animismo infantil es la tendencia a concebir las cosas como vivas y dotadas de intenciones. Por ejemplo, pensar que las nubes se mueven porque el viento las lleva, como si hubiera una intención de éste por llevarlas. Es evidente que el animismo, al igual que el finalismo resulta de una asimilación de las cosas a la propia actividad, pues en ambos casos se trata de modificar las cosas adscribiéndoles intenciones.
Como vemos en este periodo hay una in diferenciación entre lo psíquico y lo físico al asignarse intenciones psíquicas a las cosas. Las leyes naturales se confunden con las leyes morales y el determinismo con la obligación: los barcos flotan porque "tienen" que hacerlo", y la luna alumbra solo de noche porque "ella no es quien manda".

C. La intuición.- Hasta alrededor de los siete años, el niño sigue siendo prelógico y suple la lógica por la intuición, simple interiorización de las percepciones y los movimientos en forma de imágenes representativas y de "experiencias mentales", que por tanto prolongan los esquemas senso-motrices sin coordinación propiamente racional.
La intuición se basa más en lo perceptible que en la lógica: por ejemplo, para un niño de este periodo una hilera de 10 fichas rojas y una hilera de 12 fichas azules, ambas de la misma longitud, tienen para el niño la misma cantidad de fichas, porque atiende al efecto óptico global, no a las distancias de las fichas entre sí.
Cronológicamente primero aparece la intuición primaria, luego la intuición articulada (y finalmente la operación, pero esto es después de los siete años). La intuición primaria es simplemente una acción senso-motriz convertida en pensamiento, es rígida e irreversible. La intuición articulada sigue siendo irreversible, pero tiene la ventaja que el niño puede prever consecuencias y reconstruir estados anteriores.

D. La vida afectiva.- Los actos intelectuales no existen en estado puro: siempre implican un aspecto afectivo. Y a la inversa, todo acto afectivo supone un acto intelectual (el amor implica una comprensión intelectual).
Entre los dos y los siete años aparecen tres novedades en la vida afectiva: 1) desarrollo de los sentimientos interindividuales como afectos, simpatías, antipatías, ligados a la socialización de la acción, 2) aparición de sentimientos morales intuitivos surgidos de la relación con los adultos, y 3) regulaciones de intereses y valores, relacionadas con el pensamiento intuitivo en general.
El INTERES es la prolongación de las necesidades: el niño muestra interés por algo porque lo necesita. El interés es por un lado un regulador de energías: el niño pone energía en lo que le interesa. Por el otro lado implica un sistema de valores: los intereses forman entre sí un sistema donde unos valen más y otros menos, en cada momento.
En relación con los intereses están también las AUTO-VALORACIONES, que son los sentimientos de inferioridad o superioridad, derivables de si obtuvo fracasos o éxitos (reales o imaginarios) en su acción. En relación con ellos están también los VALORES INTERINDIVIDUALES ESPONTANEOS. Así como el pensamiento intuitivo, gracias al lenguaje, permite al niño intercambios intelectuales con los demás, así también los sentimientos espontáneos nacen de un intercambio cada vez más rico de valores (simpatías, antipatías, etc). Por lo general, habrá simpatía hacia las personas que respondan a los intereses del niño y que lo valoren. A partir de aquí surgirán los primeros VALORES MORALES, nacidos de sentimientos morales: aparece la idea de lo obligatorio y del deber: estas no nacen de simples simpatías o antipatías, sino del respeto de reglas propiamente dichas. No obstante, todavía en este periodo el niño tiene una moral heterónoma, que depende de reglas y voluntades ajenas, no propias, lo cual es un logro posterior. El niño de este periodo de 2-7 años dice dos tipos de mentira: una que usa para ocultar una mala acción frente al adulto, y otra que usa para exagerar (un perro de 3 metros). El niño juzga como más "fea" a la segunda mentira.

III. La infancia de siete a doce años

A. Los progresos de la conducta y de su socialización.- Antes de los 7 años el niño no distingue entre actividad privada y colaboración interindividual: los niños hablan, pero no se sabe si se escuchan entre sí. Después de los siete años se advierte nítidamente concentración individual cuando están solos, y colaboración efectiva cuando están con otros.
Así, se adquiere cierta capacidad de cooperación, pues ya no confunde su punto de vista con el de los demás, sino que los disocia para coordinarlos. Se hacen posibles las discusiones, por ejemplo, y tiende a desaparecer el discurso espontáneo y el monólogo.
Si antes de los siete años los niños jugaban sin tener en cuenta reglas en común, desde los siete aparecen los juegos de reglas, donde todos deben respetarlas. Puede coordinar su punto de vista con el de los demás, lo que engendra una moral de cooperación y de autonomía personal. Las reglas se respetan no por imposición de los mayores sino por un acuerdo para jugar con reglas. Va abandonando su egocentrismo. Empiezan a desaparecer las conductas impulsivas: el niño reflexiona, piensa antes de actuar, delibera interiormente.

B. Los progresos del pensamiento.- La causalidad deja de ser egocéntrica: el niño ya no explica por identificación (la luna crece porque nosotros crecemos) sino establece nexos causales objetivos entre fenómenos (la luna crece porque porque las nubes crecieron). Las nubes dejan de ser una construcción antropomórfica sino natural, o sea, van abandonando su original egocentrismo.
Es frecuente ver en estos niños explicaciones atomísticas: primero explican que el azúcar se disolvió en el agua porque desapareció, luego porque se transformó en agua, y finalmente porque el azúcar se convirtió en pequeñas partículas, migajas o átomos. Vemos que las dos últimas explicaciones suponen la noción de conservación de la sustancia (ya que el azúcar para ellos, no desapareció sino que se transformó en otra cosa).
Además de las nociones de causalidad y conservación, los niños progresan también respecto de las nociones de tiempo y velocidad. Empiezan a concebir que el tiempo es único para todos los acontecimientos, y que toda duración puede dividirse en acontecimientos sucesivos y que entre cada uno de ellos hay intervalos de tiempo.
Respecto de la velocidad, antes de los 7 años ya saben que si un móvil se adelanta a otro es porque va más rápido, pero si separamos ambos móviles haciendo que circulen por pistas circulares de diferente diámetro, ya no aprecian cual va más rápido. Esto lo consiguen recién entre los 7 y los 12 años, pues relacionan el espacio recorrido con el tiempo empleado.

C. Las operaciones racionales.- La intuición dará paso a la operación. Las primeras se transforman en las segundas a partir del momento en que constituyen sistemas de conjunto a la vez componibles y reversibles. O sea, dos acciones se hacen operatorias cuando pueden componer una tercera acción del mismo tipo, y cuando pueden realizarse al revés (reversibles). Por ejemplo, la acción de reunir (suma) es una operación, porque varias sumas sucesivas equivalen a una suma mayor (composición) , y porque las sumas pueden invertirse transformándose en restas (reversibilidad).
El niño logra así operaciones aritméticas, lógicas, geométricas, físicas, mecánicas, etc. Surge la noción de número como resultado de la capacidad de realizar operaciones de clasificar y seriar. Lo que interesa que en este periodo las operaciones están organizadas en sistemas de conjunto, dependiendo unas de otras: por ejemplo los grupos y los agrupamientos. Gracias a estos sistemas el niño adquiere la noción de clase y de serie.

D. La afectividad, la voluntad y los sentimientos morales.- Antes de este periodo, vimos que el niño obedece a una autoridad exterior (adulto). Luego, en la cooperación aparece un respeto mutuo con sus compañeros. Más tarde, empieza a realizar una valoración general del otro cuando ubica en el mismo sistema el sentir como superior al otro y el sentirlo como semejante. Se instaura así un respeto mutuo que conduce a nuevas formas de sentimientos morales, distintas a la obediencia exterior inicial. El niño advierte que la REGLA une a los niños entre sí tanto como a los niños con sus padres.
El efecto notable del respeto mutuo es el sentimiento de justicia, Al principio el niño consideraba justa la obediencia a la autoridad externa, y juzgaba un castigo como justo si la acción castigada producía daños materiales importantes. Poco a poco el niño comprende aquí que es importante la intención con que se hace la acción más que su resultado. Ser justo con alguien es considerar, por ejemplo, que una mala acción no la hizo adrede.
A medida que los sentimientos se organizan, van constituyendo regulaciones cuya forma final es la VOLUNTAD, verdadero equivalente de las operaciones racionales en el terreno afectivo. La voluntad no es simplemente querer hacer algo con una intención (esto ya lo hace el niño cuando aún tiene INTERES). La voluntad aparece recién cuando hay un conflicto de tendencias, y consiste por ejemplo en resistir tal tendencia para actuar según otra tendencia diferente. La voluntad es así una regulación que se volvió reversible: cuando el deber es momentáneamente más débil que un deseo, la voluntad restablece los valores poniendo en primer plano al deber.

IV. La ADOLESCENCIA
El desarrollo sexual se acaba hacia los once, doce años. La maduración del instinto sexual es acompañada por desequilibrios momentáneos, que dan mucha importancia al aspecto afectivo. Si bien hay desequilibrio provisional, no hay que olvidar que todos los pasos de una estadio a otro son capaces de provocar tales oscilaciones temporales.

       A.    EL PENSAMIENTO Y SUS OPERACIONES
El adolescente es un individuo que construye sistemas y teorías. Tiene interés por los problemas inactuales, con situaciones futuras del mundo y a menudo quiméricas. La mayoría no hablan de sus producciones personales y se limitan a rumiarlas de modo íntimo y secreto.
Entre los once y doce años aproximadamente, tiene lugar una transformación en el pensamiento del niño que marca su final con respecto a las operaciones construidas durante a la segunda infancia: se produce un pase del pensamiento concreto al formal o hipotético-deductivo. Es capaz de deducir las conclusiones que hay que sacar de puras hipótesis, y no solo de una observación real. El pensamiento formal es “hipotético deductivo”, se construye a partir de ejecutar con el pensamiento unas acciones posibles sobre dichos objetos y de reemplazarlos a estos por proposiciones. Los adolescentes poseen un egocentrismo intelectual, comparable al egocentrismo del lactante. Esta se manifiesta a través de la creencia en la reflexión todopoderosa. Es la edad metafísica por excelencia: el yo es lo bastante fuerte como para reconstruir el universo y lo bastante grande como para incorporarlo. El egocentrismo encuentra poco a poco su corrección en una reconciliación entre el pensamiento formal y la realidad: el equilibrio se alcanza cuando la reflexión comprende que la función que le corresponde no es la de contradecir sino la de anticiparse o interpretar la experiencia.

B. La afectividad de la personalidad en el mundo social de los adultos

Se afirma por la doble conquista de la personalidad y su inserción en la sociedad adulta. La personalidad resulta de la autosumisión del yo a una disciplina cualquiera, la personalidad implica cooperación: la autonomía de la persona se opone a la anomía (ausencia de reglas- el yo-), y a la heteronomía, o sumisión a los lazos impuestos desde afuera: la persona es solidaria de las relaciones que mantiene y engendra. La personalidad se inicia al final de la infancia con la organización autónoma de las reglas, de los valores y la afirmación de la voluntad como regulación y jerarquización moral de las tendencias. En cuanto a la vida social, existe una fase negativa y una fase positiva. En la primera, el adolescente medita sin cesar en función de la sociedad. Pero la sociedad que le interesa es la que quiere reformar y no siente más que desprecio y desinterés hacia la sociedad real, que él condena. La verdadera adaptación a la sociedad se logra cuando el adolescente pasa de reformador a realizador. 

miércoles, 19 de julio de 2017

Resumen: La teoría del aprendizaje y desarrollo de Vygotski



1.- CARACTERIZACION.

1.- En que consiste.

Diversos estudios sobre la infancia han sido realizados en los últimos tiempos.

Filósofos, psicólogos y otros especialistas han planteado diferentes teorías acerca de la naturaleza del desarrollo y sobre la influencia de tales teorías sobre como los niños(as) se desarrollan y aprenden.

Las divergencias entre estas teorías han dado lugar a dificultades en encontrar el modelo de programa educativo más apropiado para las tempranas edades.

Algunas de ellas se centran en el desarrollo físico, intelectual o cognitivo, otras están mayormente referidas al desarrollo social o emocional y, aunque las hay referidas al desarrollo de la personalidad, ninguna de ellas ofrece una total explicación de los distintos aspectos del desarrollo infantil y por lo tanto no pueden orientar plenamente a padres y maestros sobre las formas de lograr un mejor desarrollo en los niños.

El pensamiento psicológico de Vygotsky surge como una respuesta a la división imperante entre dos proyectos: el idealista y el naturalista, por ello propone una psicología científica que busca la reconciliación entre ambas posiciones o proyectos. Sus aportaciones, hoy toman una mayor relevancia  por las diferencias entre los enfoques  existentes dentro de la psicología cognitiva. Vygotsky rechaza la reducción de la psicología a una mera acumulación o asociación de estímulos y respuestas.

La psicología de Vygotsky pondera la actividad del sujeto, y éste no se concreta a responder a los estímulos, sino que usa su actividad para transformarlos. Para llegar a la modificación de los estímulos el sujeto usa instrumentos mediadores. Es la cultura la que proporciona las herramientas necesarias para poder modificar el entorno; además, al estar la cultura constituida fundamentalmente por signos o símbolos, estos actúan como mediadores de las acciones.
                                                          

“Para Vygotsky, el contexto social influye en el aprendizaje más que las actitudes y las creencias; tiene una profunda influencia en cómo se piensa y en lo que se piensa. El contexto forma parte del proceso de desarrollo y, en tanto tal, moldea los procesos cognitivos. … el contexto social debe ser considerado en diversos niveles: 1.- El nivel interactivo inmediato, constituido por el (los) individuos con quien (es)  el niño interactúa en esos momentos. El nivel estructural, constituido por las estructuras sociales que influyen en el niño, tales como la familia y la escuela. 3.- El nivel cultural o social general, constituido por la sociedad en general, como el lenguaje, el sistema numérico y la tecnología”.

La influencia del contexto es determinante en el desarrollo del niño; por ejemplo: un niño que crece en un medio rural, donde sus relaciones solo se concretan a los vínculos familiares va a tener un desarrollo diferente a aquel que esté rodeado por ambientes culturales más propicios. El niño  del medio rural desarrollará más rápido su dominio corporal y conocimientos del campo; el del medio urbano tendrá mayor acercamiento a aspectos culturales y tecnológicos.


1.2.- Rasgos generales.

Relación entre aprendizaje y desarrollo.

Para Vygotsky el pensamiento del niño se va estructurando de forma gradual, la maduración influye en que el niño pueda hacer ciertas cosas o no, por lo que el consideraba que hay requisitos de maduración  para poder determinar ciertos logros cognitivos, pero que no necesariamente la maduración determine totalmente el desarrollo. No solo el desarrollo puede afectar el aprendizaje, sino que el aprendizaje puede afectar el desarrollo. Todo depende de las relaciones existentes entre el niño y su entorno, por ello debe de considerarse el nivel de avance del niño, pero también presentarle información que siga propiciándole el avance en sus desarrollo. En algunas áreas es necesaria la acumulación de mayor cantidad de aprendizajes antes de poder desarrollar alguno o que se manifieste un cambio cualitativo.

Considerando lo anterior, la concepción del desarrollo presentada por Vygotsky sobre las funciones psíquicas superiores, éstas aparecen dos veces en ese desarrollo cultural del niño: Una en el plano social, como función compartida entre dos personas (el niño y el otro), como función interpsicológica y como función de un solo individuo, como función intrapsicológica, en un segundo momento. Esta transición se logra a través de las características positivas del contexto y de la acción de los “otros”, así como también por lo que ya posee formado el sujeto como consecuencia de la educación y experiencias anteriores.

La Zona de Desarrollo Potencial.

Esta compleja relación hace referencia a la categoría “Zona de Desarrollo Próximo”, definida por este psicólogo como “la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro compañero más capaz”. En este análisis se puede apreciar el papel mediador y esencial de los maestros en el proceso de la enseñanza-aprendizaje y del desarrollo infantil.

El desarrollo como proceso histórico.

La concepción de Vygotsky acerca del desarrollo de las funciones psíquicas superiores del hombre, fue el primer intento sistemático de reestructuración de la psicología sobre la base de un enfoque histórico cultural acerca de la psiquis del hombre. Surgió como una contraposición a dos ideas fundamentales; por una parte a las posiciones acerca del desarrollo y por otra a las posiciones biologicistas acerca del desarrollo de la cultura como un proceso independiente de la historia real de la sociedad.

Vigotsky rompiendo con las concepciones del desarrollo infantil predominantes en la época, trata de enfatizar las peculiaridades de las funciones psíquicas superiores y las vías para lograr el estudio de su verdadera naturaleza.

En este sentido diferencia claramente el proceso de la evolución biológica, de las especies animales que condujo al surgimiento del hombre y el proceso del desarrollo histórico por medio del cual ese hombre primitivo se convirtió en un hombre culto.

De acuerdo con esta perspectiva general, el concepto de Z.D.P. (zona de desarrollo potencial) permite comprender lo siguiente:

1. Que los niños puedan participar en actividades que no entienden completamente y que son incapaces de realizar individualmente.

2. Que en situaciones reales de solución de problemas, no haya pasos predeterminados para la solución ni papeles fijos de los participantes, es decir, que la solución está distribuida entre los participantes y que es el cambio en la distribución de la actividad con respecto a la tarea lo que constituye al aprendizaje.

3. Que en las Z.D.P. reales, el adulto no actúa sólo de acuerdo con su propia definición de la situación, sino a partir de la interpretación de los gestos y habla del niño como indicadores de la definición de la situación por parte de éste.

4. Que las situaciones que son “nuevas” para el niño no lo son de la misma manera para los otros presentes y que el conocimiento faltante para el niño proviene de un ambiente organizado socialmente.

5. Que el desarrollo está íntimamente relacionado con el rango de contextos que pueden negociarse por un individuo o grupo social.

Por lo anterior, es determinante un cambio en las formas de trabajar de las educadoras y profesores de primer grado de primaria; son ellos los responsables de brindar el apoyo necesario para que, no solo en el tránsito de un nivel a otro, sino de manera consecuente, los niños puedan seguir desarrollando todas sus potencialidades.

Los sistemas de señales y la función de significación

Para responder a estas cuestiones hay que aclarar primero cuál es la función esencial de los hemisferios cerebrales y las formaciones nuevas y más complejas del sistema nervioso.  Vigotski estaba de acuerdo con Pablov en que esa función sería la señalización.  Vigotski hablaba de la “actividad señalizadora de los grandes hemisferios”. Y que en el caso del hombre construye una función nueva, que va más allá: es la función de significación. Implica la instauración activa de nuevos nexos, de “estímulos artificiales”. “El hombre introduce, estímulos artificiales”, “significa” el comportamiento e instaura, mediante signos (…) nuevos nexos en el cerebro”. La introducción de los signos implica una modificación esencial en el mundo humano, pero también en la estructura interna del sujeto humano.

Hacia una teoría general del desarrollo

El hombre es un ser bio – psico – social y por lo tanto, sería absurdo desconocer sus particularidades biológicas, pero las mismas no constituyen determinantes de lo que un sujeto pueda llegar a ser o no. Todo ello ha sido ya científicamente demostrado por múltiples investigaciones. Si el niño se desarrolla en el proceso de apropiación de la cultura material y espiritual que han legado las generaciones precedentes, resulta pues fundamental esas condiciones de vida y educación en las que este proceso transcurre y que están históricos, sociales y culturalmente condicionados.

El niño nace en una etapa histórica determinada y, por lo tanto, en un mundo de objetos materiales y espirituales culturalmente determinados; es decir, su medio más específico está condicionado por la cultura de su medio más cercano, por las condiciones de vida y educación en las cuales vive, y se desarrolla, no se trata de un medio abstracto y metafísico. El medio social no es simplemente una condición externa en el desarrollo humano, sino una verdadera fuente para el desarrollo del niño ya que en él están contenidos todos los valores y capacidades materiales y espirituales de la sociedad donde está viviendo que el niño, él mismo ha de hacer suyas en el proceso de su propio desarrollo.

Siendo ese niño un ser que está en permanente actividad, son los adultos a quienes les corresponde actuar de manera responsable sobre él, propiciándole todas aquellas potencialidades y pueda alcanzar su propio desarrollo a través de su propio aprendizaje.

La vida social del hombre como especie hace necesaria (en expresión de Vigotski) una subordinación de la conducta del individuo a las exigencias del grupo. Como consecuencia, es necesaria también la formación de sistemas complejos de señales, de origen comunicativo, que a su vez regulan y dirigen la formación de nexos condicionados en la formación del sujeto individual. Gracias a la construcción social del lenguaje, que permite regular desde fuera la actividad de los grandes hemisferios cerebrales.

El desarrollo psicológico del hombre no solo se define por el perfeccionamiento evolutivo  de ese “cuadro de señales” (la corteza cerebral), sino también, por la fabricación de esa llave esencial para su regulación que es el leguaje. Posibilita esto la construcción de “circuitos artificiales” en el cerebro humano.