Capítulos 1, 2 y 3
Raquel Soifer
Raquel Soifer
Se podría establecer que el fundamento de
esta modalidad psicoterapéutica se halla en la incidencia de la familia en la
enfermedad del niño y en el impacto dramático, visible, producido por coincidencia
de lo preverbal, la cual actúa como promotora de la auto observación y de la
colaboración.
Para efectuar un estudio cabal de tal
enunciado procederemos a desarrollar los siguientes puntos:
El concepto
de familia; objetivo y funciones de ésta
Pichon Riviere define a la familia como “una estructura social básica que se
configura por el interjuego de roles diferenciados (padre, madre e hijo), el
cual constituye el modelo natural de interacción grupal”. Caracterizaremos
a la familia como un núcleo de personas que conviven en un determinado lugar
durante un lapso prolongado y que están unidos, -o no- por lazos sanguíneos.
Este núcleo se halla relacionado con la sociedad, que le imprime una cultura y
una ideología particular.
Bleger dice “La función institucional de la familia es servir de reservorio, control
y seguridad para la satisfacción de la parte más inmadura o primitiva,
narcisista, de la personalidad”.
La familia debe ser capaz de contener esa
parte inmadura de la personalidad, que es lo infantil, representado
concretamente por los hijos y vigente en el inconsciente de los padres.
Recordemos que las características de lo infantil son: el narcisismo, las
pulsiones incestuosas, la hostilidad, el autoerotismo y la tendencia a la
simbiosis.
Se produce una evolución dese el egoísmo y
egocentrismo hacia el amor y la solidaridad.
La familia como la estructura social básica, con un interjuego diferenciado de
roles, integrada por personas que conviven en forma prolongada, en interacción
con la cultura y la sociedad, dentro de la cual se desarrolla el niño,
requerido por la necesidad de limitar la situación narcisita y transformarse en
adulto capaz, su objetivo primordial es la
defensa de la vida. Cumple este objetivo a través del proceso de
educación, el cual privilegia la enseñanza a las acciones tendientes a
preservar la vida, enseñanza que abarca las nociones relativas al cuidado
físico, al desarrollo de la capacidad de relación familiar y social, a la
aptitud para la actividad productiva y para la inserción laboral y a la transmisión
y creación de pautas culturales destinadas a posibilitar la convivencia.
La
función de los progenitores
La función de los padres es la de impartir
funciones relativas a la defensa de la vida. El concepto de enseñanza conduce
al de autoridad. El hecho de saber
concede autoridad porque otorga facultades (autoridad
del conocimiento).
La autoridad del conocimiento constituye el
eje de la potestad parental. Mediante el acto de transmisión de los
conocimientos los padres ejercen su autoridad, al ayudar a los hijos a
discernir entre la realidad y la fantasía.
En consecuencia, el concepto de autoridad
comprende, junto con la función de enseñar, la función de poner límites.
Inculcar la función de realidad, la cual
constituye el límite contundente para la fantasía. Esto tiene una enorme
importancia en el aprendizaje del dominio de los impulsos destructivos.
El aprendizaje del niño resulta difícil porque choca con las
fantasías derivadas de los impulsos, en las que se entremezclan las tendencias
vitales y las autodestructivas.
Es preciso diferenciar entre autoridad y
autoritarismo. El autoritarismo es la pretensión de imponer una fantasía propia
(preconcepto o prejuicioso), que representa un daño o un peligro para la vida
física o mental de aquel a quien le está destinada.
El niño tiene la necesidad de experimentar
ver confirmar por otro adulto la noción que se le acaba de transmitir.
La
función de los hijos y el lenguaje no verbal
Definir la función de los hijos, cuando el
niño llega al mundo, tiene como único recurso su instinto de vida, que lo impulsa
a crecer física y mentalmente. La disposición a aprender se cimienta en dicho
impulso.
El aprendizaje
permite proteger con eficacia la vida y el desarrollo; esto incluye el
dominio de los impulsos destructivos dirigidos contra si mismo y contra los
otros, las acciones motrices y las nociones que capacitan para la
individualización y el funcionamiento independiente. Los padres, deben suplir
con sus propios actos aquellos que el niño aún no puede realizar, así se
establece entre ambos la simbiosis fisiológica, la cual se va resolviendo
gradualmente, a medida que el niño va incorporando distintas habilidades y se
va identificando con sus padres.
Hasta la adquisición de la palabra, el niño
expresa total o parcialmente mediante el lenguaje pre verbal. Éste posee dos
modalidades: la corporal o gestual y la lúdrica (relativo al juego).
El juego comienza a insinuarse a través del
contacto con el cuerpo de la madre; se delimita luego en la actividad lúdicra
con el propio cuerpo, para culminar con el aprendizaje del manejo de los
juguetes. Durante la actividad lúdicra se va gestando el hábito laboral a
través de la ejercitación de la atención, la concentración, la memoria, la
reproducción, la discriminación y el ordenamiento mental. El placer obtenido en
el juego es trasladado posteriormente al trabajo. Ambos representan la
concreción de las fantasías. El aprendizaje conduce al niño desde el juego con
el cuerpo materno hasta el trabajo.
El acto de aprender promueve intensas
ansiedades persecutorias, depresivas y confusionales, a la vez que sentimientos
atenazadores tales como envidia, los celos, la omnipotencia, etc. Estas situaciones emocionales originan, por
momentos, un violento rechazo de la internalización de los datos que se
reciben.
La obediencia, de los hijos fue
clásicamente exaltada como requisito indispensable para su educación, se
origina espontáneamente, en la ambición y el deseo del niño de aprender de sus
maestros naturales, de sus padres y de otros “familiares”, conviviente o
integrante del grupo familiar, lo cual permite superar los conflictos
emocionales que se oponen al aprendizaje.
Se destaca el apremio que el impulso a
crecer, imprime a la apetencia de aprendizaje. El niño se presta a recibir las
enseñanzas, o sea, obedece, por instinto; ese instinto es el instinto de vida.
Aprender significa aceptar el modelo
propuesto y recrearlo, cumpliendo los pasos intermedios de la experimentación,
el error y la rectificación.
El impulso a crecer y el aprendizaje
impuesto por éste, actúan como contrapeso del narcisismo y el autoerotismo, por
los cuales el niño se supone que es capaz de arreglarse solo con sus fantasías,
las tendencias narcisistas y omnipresentes constituyen un poderoso obstáculo
que el niño debe superar para poder incorporar dichas enseñanzas, las cuales en
buena medida versan sobre el dominio de esos impulsos.
La represión y la sublimación de los
impulsos destructivos son imprescindibles, para que se produzca el aprendizaje
y para la supervivencia.
La
función esencial de los hijos es aprender, y que al aprendizaje pertenece la
adquisición de la capacidad para dominar los impulsos destructivos, dirigidos
contra si mismo y contra los demás, así como al aptitud para el amor y la
convivencia, obediencia y disposición para aprehender e internalizar las
enseñanzas.
Sintetizando:
los padres transmiten a los hijos sus conocimientos de acuerdo a sus
posiblidades psicológicas, determinadas por los respectivos rasgos de carácter,
los cuales, a su vez, configuran la cultura, y la ideología de la familia; y
los hijos incorporan esas enseñanzas según las variantes impresas en sus
personalidad por los acontecimientos que les toca vivir y de conformidad con
los mecanismos de defensa que van moderando a partir de las series
complementarias, en las que tiene especial intervención el modelo propuesto por
sus padres.
La
incidencia de la familia en la enfermedad del niño
La
enfermedad del niño, representa un aprendizaje que sus padres no pudieron
completar en el momento evolutivo correspondiente.
Los padres que no aprendieron en forma
adecuada a enfrentar una determinada situación evolutiva no pueden enseñarles a
sus hijos a hacerlo. En cada etapa del desarrollo psicomotor se realizan
aprendizajes, para lo cual se apela al mecanismo de defensa más útil para tal
fin. Pero si lo padres no se hallan en condiciones de aprobar al hijo en su
adquisición, porque ellos mismos tuvieron una experiencia frustrada o
defectuosa al respecto, el niño quedará detenido en ese punto de su desarrollo
(punto de fijación), con lo cual su organización “yoica” resultará debilitada.
Cada punto de detención se convierte en un impedimento para la adquisición de
los aprendizajes ulteriores, cuanto mayor es el número de detenciones en el desarrollo,
más severa es la enfermendad.
El
impacto dramático de la observación de la coincidencia entre lo verbal y lo
preverbal
Hay una coincidencia entre lo que hablan
los adultos y el juego o las actitudes corporales de los niños y los
adolescentes.
Esa coincidencia produce un impacto dramático que permite la
interpretación de la situación inconsciente involucrada sea fácilmente
entendida, lo que así se convierte en promotora de la auto observación grupal.
La observación de ese impacto dramático propicia el conocimiento del
hecho psicológico y al hacer consciente lo inconsciente favorece la
modificación de la conducta y produce la consiguiente mejoría.
Circunstancias
familiares críticas
Existen circunstancias familiares en las
que, debido al impacto dramático de los acontecimientos, pueden aparecer
síntomas en los niños o adolescentes predispuestos a ellos, pueden agravarse
los que ya se han manifestado.
El suceso penoso acrecienta la limitación
psicológica impuesta por el aprendizaje familiar fallido.
Situaciones de duelo
Desde temprana edad los niños perciben el
hecho. Cuando bebés, en forma totalmente inconsciente y a través del estado
emocional de familiares que los cuidan. A partir del año y medio, equiparan la
relación que rige en sus fantasías inconscientes entre el concepto de ausencia
y el de desaparición total con datos observados. Hacia los cuatro años,
comienza la investigación activa del fenómeno a través de los juegos y de las
preguntas. Los niños escuchan cuando los mayores hablan del tema.
En cada uno de los integrantes surgen junto
con el dolor y la pena, intensos sentimientos de miedo y culpa. El miedo
responde a la noción de la existencia real de la muerte, se transforma luego en
miedo a la propia muerte y a la muerte de los demás miembros de la familia.
Los sentimientos de culpa originan en las
fantasías hostiles previas y tienen tres vertientes: el dolor, el remordimiento
y el miedo a la retaliación.
Se va plasmando en la familia la fantasía
inconsciente de que si ha habido un muerto debe haber un asesino. Al sentirse
todos culpables, tiende cada uno a proyectar la acusación sobre los demás.
Cuando la proyección de la imagen criminosa recae sobre uno solo (generalmente
un hijo) y éste por sus características culpó genas, la toma como cierta, aparece la enfermedad en
él.
El síntoma del niño, al asumir demasiado
intensamente las vivencias culpó genas y
terroríficas de la familia.
Estos psicodinamismos adquieren
características especiales según el miembro de la familia que haya fallecido,
pues el vacío que ha quedado representa una función cesante, que debe ser
cumplida de alguna manera.
Fallecimiento
del padre
Implica la carencia de la respectiva
autoridad, de la fuerza externa capaz de contener los impulsos incestuosos
dirigidos hacia la madre.
El varón siente que puede ocupar el lugar
del padre, lo que le causa mucha angustia y le despierta fantasías
terroríficas. Defensa, la compulsión al desempeñar el papel del jefe de
familia, con mayor o menor éxito. En términos generales, esta pretensión
fracasa ante la realidad y el varón se siente frustrado también ante su intento
enmascarado de vehiculizar sus deseos edípicos. Tales conflictos si alcanzan un
grado demasiado alto, se expresan con síntomas. Depende de la actitud de la
madre, la resolución o no de ese problema. Otra dificultad es la falta de
modelo de identificación, esta función puede ser cumplida por un familiar, pero
parcialmente, y con la posibilidad de rechazo, originando en el sentimiento de
culpa por abandonar el modelo paterno para seguir otro. La hija pierde la
posibilidad de continuar elaborando las pulsiones edípicas positivas, que son
el contrapuesto indispensable a su vínculo primario (homosexual) con la madre.
De no mediar una eficaz actitud materna, puede surgir en la niña actitudes
masculinas, provenientes de la situación edípica negativa, con su secuela de rebeldía,
hostilidad y celos patológicos.
Tanto el hijo como la hija se ven privados
del modelo de sexualidad genital y de la relación hombre mujer, tales problemas
serán tanto más graves cuanto más pequeños sean los niños en el momento del
fallecimiento, las posibilidades de elaboración se acrecientan con la edad. El
bebé como ya se dijo percibe las vivencias provocadas por el hecho y las
registra, quedan inscriptas en su inconsciente como zonas confusionales.
Añádanse el estado de viudez de la madre,
su depresión, su eventual desamparo social o económico, su mayor o menor
soledad, la capacidad para enfrentar los estados anímicos de sus hijos, en los
que siempre aparecen ingredientes de hostilidad, y su posibilidad de asumir la
función paterna.
Fallecimiento
de la madre
A veces el padre, imposibilitado para
actuar de otra manera, deja a los niños en el hogar de la abuela o de los tíos,
con lo cual sus hijos lo pierden también a él, por lo menos parcialmente.
La hija, liberada a sus impulsos edípicos
respecto del padre y privada del modelo femenino de identificación, puede caer
definitivamente en la identificación con el modelo masculino. El varón, corre
peligro de identificarse con la madre muerta. Ambos muestran hostilidad y
tiranía hacia el padre, a quien por otro lado temen perder.
Una parte importante de la función materna
queda a cargo del padre, la enseñanza vital, al padre le resulta difícil
cumplir con este cometido, pues siente que al hacerlo adopta una actitud
femenina. Se ve obligado a contraer de nuevo matrimonio, lo que lleva a
conflictos.
Ayudar a los hijos a acercarse al padre, y
ayudar a éste a superar su depresión y a comprobar que puede seguir cumpliendo su
función sin perder por eso su condición masculina.
Fallecimiento
de ambos progenitores
Los hijos quedan extremadamente
desprotegidos. Los sentimientos de terror y culpa amenazan al yo con la
desintegración; en ocasiones esta se produce, y aparecen entonces los cuadros
psiconeos, la disolución de todo vínculo simbiótico, es una nueva vivencia
intolerable, que precipita la psicosis.
Fallecimiento
de un hermano
Aparece ante la mente infantil (que cree
que solo mueren los viejos) como algo incomprensible, y ante los padres quien
acaba de morir, como el resultado de no haber desempeñado bien su función. Los
aspectos narcisistas de los integrantes de la familia se recienten fuertemente,
experimentan la muerte como una profunda herida, un ataque a la omnipotencia, y
tienen la sensación de que les han arrancado una parte de sí mismos.
Los hijos se retraen desconfiados y
doloridos, los padres, anteriormente idealizados, son vistos ahora como
incapaces de brindar la adecuada protección. También los padres se retraen por
su propio duelo, la incomunicación prevalece en todos durante un tiempo, y no
siempre logran superarlo. A menudo los padres sobre protegen a sus hijos por
miedo y por necesidad de volcar el amor perdido. Frente a la hostilidad y el
alejamiento de los niños, frecuentemente se someten maso quísticamente a ellos
para expirar su sentimiento de culpa.
Fallecimiento
de otros familiares
Cuando un abuelo fallece, la familia
siempre se experimenta un profundo dolor. Para los padres significa el fin de
la situación de hijos y de la protección, por escasa que fuese, que recibían de
sus padres. Los enfrenta al ciclo vital, que los convertirá en abuelos y que
sistemáticamente también los llevará a la muerte.
Para los nietos, constituye una
aproximación a la noción de muerte, la cual nos llena de terror, sobre todo
cuando el suceso tiene lugar a una edad temprana. Los niños formularán toda
clase de preguntas sobre el tema, que les despierta gran curiosidad a causa del
temor que suscita en ellos.
El duelo actúa en especial en el progenitor
afectado y por extensión en el conyugue, el impacto al retraerlos reduce el contacto
con los niños, los abuelos son siempre una figura importante para las
criaturas. Suelen ser más tolerantes y permisivos que los padres, no ejercen sobre
ellos autoridad ni tienen responsabilidad que les incumbe a éstos. Son padres
sustitutos, que a la vez, ayudan a socializar al niño, le permiten atenuar la
gran dependencia en que se encuentra con respecto a sus progenitores. La
existencia de los abuelos otorga seguridad a la criatura, les hace ver que hay
otras personas que pueden cuidar de él con el mismo cariño y la misma eficacia
que sus padres.
La pérdida del abuelo/a implica, el
cercenamiento de una porción significativa del ámbito social y la disminución
de estar protegido. El impacto que produce es menor que el del fallecimiento de
los padres o hermanos.
Los tíos ya no tienen para los niños o
adolescentes la significación que poseían antes, el duelo por la muerte de un
tñio afecta a la familia, repercute a los niños en especial por la depresión
del progenitor que ha perdido a su hermano.
Situación que se agrava porque quien ha
fallecido no es un anciano sino una persona todavía joven, de la misma edad que
los padres, y esto lleva a pensar en la posible muerte de ellos. Para el niño,
la casa representa la prolongación de si mismo, todavía unido al cuerpo
materno; esta vivencia es más intensa cuanto más pequeño es el niño. Llama la
atención la capacidad de un lactante a partir de los dos meses, para mostrar
alegría al volver al hogar después de un paseo. El cambio de residencia
adquiere, las connotaciones traumáticas del nacimiento, es experimentado como
desintegración corporal. Debe agregarse la confusión espacial creada por el
hecho de no poder desprenderse de la representación del ambiente anterior. Esa
vivencia confusional, en la que se entremezclan la ansiedad de la pérdida y el
terror a lo desconocido, es producida asimismo por el nuevo vecindario, por sus
calles, sus edificios y sus habitantes.
Cambio de colegio, siempre resulta
conflictivo, las dificultades escolares surgidas por el cambio de domicilio, es
posible también que aparezcan por rasgos patológicos.
Migración
dentro del país
Los procesos descritos a propósito de los
cambios de domicilio se incrementan cuando la familia se traslada a una zona
geográfica distinta, las diferencias ambientales y culturales son mayores. Las reacciones
defensivas ante la ansiedad traumática, las vivencias confusionales,
persecutorias y depresivas son la retracción, la conducta fóbica y el
prejuicio.
Emigración
Cambio de residencia más penosa o difícil
de superar. La cultura varía en forma sustancial, los procesos de ansiedad
generales por la pérdida de lo conocido, el miedo a lo desconocido y la
confusión se agravan mucho cuando lo que cambia es también el idioma. El idioma,
surge como un vínculo primario entre el niño y sus padres; una forma
sustitutiva y simbólica del contacto corporal con la madre, un modo de
superarlas ansiedades del destete y de integrar definidamente la figura
paterna. La adquisición y el perfeccionamiento obligado de otro idioma obligan
a elaborar esa situación primaria, confundida con la situación actual los niños
sufren mucho y lo expresan resistiéndose al nuevo idioma u olvidando el
original, con frecuencia la adaptación falta en algún aspecto y determina la aparición
de síntomas.
Quebranto
económico, despido laboral
Este
tipo de conflictos afecta a toda la familia y en especial a los hijos, que se
sienten impotentes para auxiliarlos. La capacidad de los hijos para entender el
hecho es tanto menos reducida cuanto menor es su edad.
Los padres se repliegan sobre sí mismos. Se
muestran oscos, malhumorados preocupados y tristes. La relación con los hijos
se perturba, y ello refuerza la ansiedad de éstos.
Hay casos en que la relación entre el tío y
sus sobrinos es muy estrecha. Los niños o adolscentes se resienten mucho por el
fallecimiento de aquel y pueden llegar desarrollar síntomas.
La muerte de un primo asume las mismas
características que la muerte de un hermano, pero sensiblemente atenuadas. En ciertas
circunstancias también es capaz de generar síntomas.
Enfermedades
en la familia
Intervención
quirúrgica de un hijo
Hemos podido comprobar las ventajas que
posee el método de terapia familiar para el tratamiento de estos casos, porque
la familia comparte con el niño la elaboración de las ansiedades, porque al
conocer cuales son los conflictos que ocasionan la intervención y las relativas
fantasías inconsientes pueden comprender y ayudar más al niño. Recibir información
precisa acerca de los diversos pasos de la operación les infunde mayor
confianza. El tratamiento comprende un período pre y pos operatorio.
En el caso de que uno de los padres o un
abuelo que convive con la familia deban someterse a una intervención seria:
Enfermedad
prolongada y/o invalidante.
Accidentes
(de un hijo o de uno de los padres)
El niño que tiene que guardar reposo
durante varios meses, sea por una fractura o a causa de una enfermedad
prolongada, debe ser tratado. Esa situación provoca regresiones profundas,
capaces de poner en peligro su normal evolución psicosexual e intelectual. La familia
necesita orientación acerca de la forma de cómo tratarlo.
La mejor manera de orientarla es permitirle
que conozca las ansiedades y las fantasías inconscientes, con terapia familiar.
Cuando el que está obligado a permanecer
largo tiempo en cama, o el que queda inválido, es uno de los padres, se produce
un estado de ansiedad y culpa en todos los miembros de la familia, con las
consiguientes proyecciones recíprocas, y la perturbación concomitante de la interrelación.
Enfermedad incurable de un hijo (daño cerebral,
psicosis, etc.)
Los hermanos especialmente, experimentan
miedo, inhibición y culpa. Frecuentemente que apelen como defensa a la
retracción narcisista, a la fobia o bien imitación del enfermo.
Dice Pichon Riviere que si durante la infancia
se producen varios generarse una predisposición a la esquizofrenia.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar